Seres extraños

 

En estos días de confinamiento, estado de alarma y cuarentena siempre se observa más la gente con la que te puedes llegar a cruzar por la calle. Digo de antemano que no es que yo me salte las restricciones, sino que por mi trabajo tengo que salir a la calle para acudir a mi puesto. Los veterinarios somos de primera necesidad (aunque nos hagan luego pagar un 21% de IVA como los bienes de lujo, pero esto es otro tema)

La cuestión es que se ve gente por la calle que van a hacer sus compras diaria: pan, prensa, etc. La mayoría, y por lo menos lo que yo veo en mi entorno, cumplen la distancia de seguridad en las calles. No se ve gente hablando en grupos, no hay apenas ruido en las calles. Por esta parte, parece que la gente está concienciada y cumple bastante bien con las restricciones que nos han impuesto por el bien común. 

Sí que es cierto, que ayer, por ejemplo, una persona que vive en un edificio al lado de mi casa, me parece que se saltó las restricciones por el forro de los cojones. La ví (a la persona, no diré si hombre o mujer) salir de su casa con una bolsa de parafarmacia. Hasta aquí todo bien. Irá a comprar el pan, pensé. He de decir, que ésta persona a priori y sin que sea yo un experto en apariencias, no es que se le vea muy saludable ni vital. Pues eso, en principio sale de su casa con una bolsa. Correcto, se puede ir a comprar. 

Al rato de que la viera, yo salgo de mi casa porque tenía que acudir al centro de salud para que me revisaran mi herida de la frente. Cojo mi coche y me dirijo al ambulatorio donde permanecí durante unos diez minutos. El ambulatorio estará como a 1 km de mi casa. Después de que salgo del ambulatorio, me dirijo de nuevo a mi coche y pongo dirección a mi puesto de trabajo. Y mi sorpresa es que cuando estoy llegando a mi puesto de trabajo, me encuentro, a esta misma persona que la ví saliendo de su casa, paseando por el pueblo de al lado con la bolsa de la parafarmacia igual de llena que cuando salió de casa. Y yo me pregunto, ¿en serio? ¿Realmente es necesario dar esa vuelta? Primero, estás exponiendo tu salud a una infección seria (cuando aparentemente no se te ve muy saludable). Segundo, te estás exponiendo a una multa por parte de la policía (porque no tienes excusa de que te has ido a la farmacia a comprar nada cuando tienes una a 200 metros de casa y ahora mismo estás en el pueblo de al lado sin ningún motivo). Y tercero, ¡puedes contribuir a la propagación del dichoso virus entre los que no nos quedan otros cojones que salir de casa!

En fin, supongo que muchos conoceréis a personas como la que yo os he descrito estos días. 

Pero este no era el tema del que yo quería hablar hoy. Yo venía a contaros que desde que comenzó todo esto, en el entorno en el que vivo ha proliferado un extraño ser, que hasta antes del estado de alarma era, mas bien, escaso o ausente. 

Sí. 

Son LOS HOMBRES CON CARRITO DE LA COMPRA. 

¡Madre mía! 

¡Pero si hay un montón! 

Yo sinceramente, no los había visto casi nunca. O quizá no me había parado nunca a mirar este extraño ser. Si es así, pido disculpas por no haberme fijado con anterioridad. 

Pero están por todas partes. Calle pa’rriba, calle pa’bajo. De un lado a otro, un carro por aquí empujado por un señor, otro carro por allá empujado por otro. Puede ser que en este estado de confinamiento les digan desde sus casas que salgan a hacer la compra y así descansan de la compañía impuesta que nos ocupa. O puede ser que se impongan y digan que el que hace la compra soy yo y así tengo una excusa para salir. 

O puede ser que este dichoso coronavirus nos haga cambiar las costumbres y a partir de ahora veamos con mayor asiduidad a señores con carro de la compra por la calle y tenga que volver a escribir diciendo que es una nueva tendencia. 

La cuestión es que los veo. Mucho. Y me sorprende, la verdad es que para bien. 

Señores con carro de la compra, que ésto no sea una moda pasajera o una excusa para salir de casa en tiempos de guerra.

Un abrazo y continuamos.